El retén maderero, a la colombiana

El retén maderero, a la colombiana

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Así trabaja un grupo de policías en Cali buscando atajar las malas prácticas en el transporte y comercio de la tala ilegal de madera. En 2017 acompañamos a uno de los agentes especializados en uno de los controles.

A las cuatro de la mañana, en el barrio La Floresta, al nororiente de Cali, la tercera ciudad más grande de Colombia, Juan Peña, un joven agente de policía está a punto de empezar una nueva jornada de persecución al tráfico ilegal de madera.


Por esta carretera se moviliza el 60 por ciento de la mercancía que entra y sale de Colombia e ingresa el 80 por ciento de la madera que se comercializa en Cali.

Esta vez, junto a otros tres colegas, tendrán que montar un operativo de control forestal en una de las arterias de la ciudad que comunica con Buenaventura, el puerto marítimo más grande del país. Por esta carretera se moviliza el 60 por ciento de la mercancía que entra y sale de Colombia e ingresa el 80 por ciento de la madera que se comercializa en Cali.

El agente Peña carga una linterna y una navaja. Son las únicas herramientas con las que cuenta para verificar las maderas que llegan a esta ciudad de más de dos millones de habitantes.

De los seis mil policías que prestan seguridad en Cali, Peña, con 13 años de experiencia, es uno de los pocos expertos en rastreo de maderas. Dice, con orgullo, que gracias a ‘su ojo y su olfato’ puede identificar las especies más traficadas: sande, otobo, chanul, amarillo y cuangare. Estos árboles son los de mayor demanda para hacer muebles y construir viviendas.

La unidad de medio ambiente a la que pertenece este policía realiza entre diez y quince controles forestales mensuales. Los operativos los hacen en las principales avenidas de entrada y salida de Cali, en depósitos y en los barrios donde tradicionalmente se comercializan maderas.

Poco antes del amanecer, Peña llega al kilómetro siete, el lugar que han elegido para el operativo, una vía sinuosa y sin salidas por la que circulan toda suerte de vehículos. El lugar está justo al frente del Centro de Atención Inmediata Forestal del barrio Terrón Colorado, donde las casas se levantan amontonadas sobre una montaña.


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En el kilómetro siete vía a Buenaventura, Valle del Cauca, la Policía tiene un punto de control forestal donde verifica que transportadores lleven los salvoconductos para movilizar la madera. Por esta carretera ingresa el 80% de la madera que se comercializa en Cali.

El agente calcula que en un día entre semana, por esa vía pueden pasar entre 30 y 40 camiones con madera

El agente calcula que en un día entre semana, por esa vía pueden pasar entre 30 y 40 camiones con madera, cuyo destino no son solo los depósitos y comercios de Cali, sino también municipios vecinos como Jamundí y Yumbo. Otros pasan de largo para Bogotá.

El retén lo hacen antes de las seis de la mañana porque en esta región del país está prohibida la circulación de vehículos de carga después de seis de la tarde. Muchas veces, comenta Peña, los traficantes prefieren moverse en la noche para evitar los controles.
 
Poco después de las seis en punto llega el primer camión, al que ordenan parquearse a la vera de la vía. El agente Peña le pide al conductor el salvoconducto, que es el documento que certifica el tipo y la cantidad de madera que transporta.  


Haciendo equilibrismo, se sube al remolque y con su linterna alumbra la carga. El camión lleva 21 metros cúbicos de tablas y tablones de otobo, también conocido como virola, una variedad endémica de Colombia. Esto viene a ser unos siete árboles talados. Según el salvoconducto, el vehículo se dirige a Santander de Quilichao en el vecino departamento del Cauca, a 47 kilómetros al sur de Cali.

“Todo está en orden”, dice luego de diez minutos de inspección. Aunque a esa hora no logra ver el color y la textura de la madera, confía en su olfato. “Lleva la especie y el volumen como consta en el salvoconducto. Es otobo”, sentencia. Esta variedad se usa para la fabricación de tableros, cajonería, muebles, carpintería de obra y construcciones livianas.

Aunque Peña usó su experticia, lo deseable sería que los funcionarios que hacen controles en las carreteras colombianas utilicen la Lupa Digital, una herramienta desarrollada por el Ministerio de Medio Ambiente que les permite identificar, a través de un inventario fotográfico, las especies más comercializadas en el país. Sin embargo, estos agentes de policía siguen confiando en su conocimiento para descubrir irregularidades. Para Peña, 13 años entre controles, operativos y decomisos de madera le han permitido conocer muy de cerca la forma en la que se trafica y se blanquea la madera.


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En medio de la oscuridad, sin recursos técnicos, un policía trata de identificar el tipo de madera que transporta un camión a la entrada de Cali. La escasez de herramientas dificulta el control al tráfico de madera.

Una de ellas es el cambio de especies. “La madera que está amparada en los salvoconductos la ponen en las dos primeras filas de cada extremo del camión y en el medio es donde van las otras, las que no tienen permiso. Las camuflan de tal forma que sea difícil encontrarla”, explica el agente mientras señala el camión.

Para la Policía, en esta zona del país se trafica principalmente dos especies valiosas que están vedadas por su sobre explotación: el cedro y el mangle. El cedro fue prohibido en 2015 por Corpoamazonía y el mangle por la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, CVC, en 2007. Estas especies tienen gran demanda porque son duras y resistentes a la humedad.  

El segundo camión que Peña revisa tiene permiso para transportar 26 metros cúbicos de sajo, unos ocho árboles en pie. Esta madera es de color café grisáceo con apariencia escamosa, se considera una especie blanda y la usan para ebanistería y carpintería, en especial para fabricación de productos modulados, papel y juguetería.

Los agentes repiten su rutina: alumbran el fondo del camión, verifican la carga, revisan los documentos y huelen las especies. “Todo está en regla”, dicen. Uno de ellos verifica la autenticidad del salvoconducto y lo firma al respaldo para que no sea reutilizado, una práctica común dentro del blanqueo de madera.

Además de reusarlos, estos salvoconductos son falsificados. Los originales tienen sellos de seguridad pero, para verificar que son reales, las autoridades los humedecen esperando que cambien de color, una forma de asegurarse de que el papel es original.

Otra práctica irregular es llenar a mano los espacios en blanco de los salvoconductos, lo que permite que comerciantes o transportadores agreguen más carga a la permitida por la autoridad ambiental.  “Cuando quedan casillas en blanco, la pueden utilizar para adicionar especies. Uno se da cuenta porque aparecen varios tipos de letra”, explica el agente. Cuando esto ocurre, la Policía debe corroborar la información con la autoridad ambiental y compararla con la copia que queda en las oficinas.

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Un agente de policía confiesa que, en los puntos de control, muchas veces se guían por el olfato para identificar las especies.

A estas irregularidades se suma que los conductores se comunican entre ellos para evadir los controles. Esto lo confirma que tras una hora de retén han dejado de pasar camiones con madera. “Tienen grupos en Whatsapp donde pasan la voz. Son una suerte de campaneros móviles. Los primeros camioneros que detectan el control informan por el chat del retén y los demás camiones se detienen en la carretera mientras esperan que se vayan las autoridades”, apunta Peña.

Estos retenes también lo realizan en la vía Cali-Jamundí que es la principal ruta de la madera que llega del sur del país, proveniente de la Amazonía. La meta es lograr disminuir el 47% de la madera ilegal que llega a los mercados colombianos, según cifras del gobierno.

Los registros de Corpoamazonía indican que, de los departamentos de Amazonas, Putumayo y Caquetá, entre enero de 2012 y julio de 2017, se hicieron más de 1.700 viajes a Cali con madera.  Con salvoconductos de movilización ingresaron a la capital del Valle del Cauca 8.274,26 metros cúbicos de madera elaborada y en removilización hay un registro de 12.577,33 metros cúbicos de madera elaborada.
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