Así se pierde el rastro de la madera en Colombia

Así se pierde el rastro de la madera en Colombia

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Cali es la segunda ciudad, después de Bogotá, a donde más llega la madera que se tala en la Amazonía colombiana. Pero seguirle el rastro no es tarea fácil.

El negocio de la madera que sale de la Amazonía en Colombia se concentra en pocas manos. Son 39 personas las que manejan el grueso de los recursos forestales de esta región. La madera también sale de pocos sitios y se dirige principalmente a tres ciudades.

El barrio El Obrero, uno de los sectores comerciales de Cali, ha sido durante décadas un lugar estratégico para el acopio de madera. Allí, por su cercanía con el centro de la ciudad, se almacena la mayor cantidad de especies forestales que llegan de la Amazonía y el Pacífico colombiano.

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Funcionarios del DAGMA en Cali verifican la autenticidad de un salvoconducto de removilización. En estas inspecciones son muy pocas las herramientas tecnológicas que cuentan las autoridades para certificar la procedencia y el tipo de madera que se encuentra en depósitos como este en Cali, suroccidente de Colombia.

A lo largo de cinco cuadras se encuentran unos 15 depósitos y numerosas ebanisterías y carpinterías, a donde las autoridades ambientales estiman que llega gran parte de los 72 metros cúbicos de madera que semanalmente entran a la ciudad: unos 20 árboles cortados en bloques o tablas. También van a parar al barrio San Nicolás, contiguo a El Obrero.

En estos barrios, los transportadores se reúnen todos los días desde muy temprano para entregar la madera que les han pedido con anterioridad. Se estacionan a lado y lado de la calle, donde descargan la mercancía y ahí mismo, a la vista de todos, quienes están en el negocio buscan nuevos compradores.

En El Obrero se concentra gran parte de la cadena del negocio maderero: el que la lleva, el que la compra, quien la transforma, el que distribuye el producto final y el tramitador o intermediario. Estos últimos se encargan de conseguir las especies y la cantidad requerida por ebanisterías, carpinterías y empresas de construcción.

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Funcionarios de DAGMA dimensionan un lote de madera en un aserradero en Cali, una de las ciudades con mayor flujo de madera de la región.

En los depósitos se pueden leer avisos que anuncian especies propias de la Amazonía como el cedro Caquetá, el granadillo, el amarillo y el achapo, maderas que por ser duras y resistentes a la humedad, las usan para hacer muebles y acabados de edificios.

En Chanul, por ejemplo, una bodega amplia y oscura, se acopia la madera en bloques que traen de las selvas del Caquetá y del Pacífico. A los bloques más gruesos los marcan con pintura de varios colores para diferenciarlos según la especie. También hay tablas apiladas y madera lista para la venta.

Óscar Orlando Jojoa Arcos, de 23 años, es el hijo del dueño del depósito. Su familia lleva más de 10 años comprando y transformando madera. Junto a él trabajan siete personas. Algunos son cargueros, otros son operarios de las máquinas que cortan y pulen la madera que luego venden a empresas de muebles y ebanisterías.

Jojoa aseguró que su depósito está debidamente constituido y cumple con los requisitos legales para su funcionamiento. También, que llena con rigor el libro de operaciones forestales, un inventario con el registro de la entrada y la salida de la madera. Según el joven, el libro lo entregan periódicamente a la autoridad ambiental en Cali.

El Chanul debe su nombre a la especie chanul, originaria de la cuenca del Pacífico en el Valle del Cauca y de los valles de los ríos Calima y Patía. Por su resistencia a los cambios de temperatura es muy usada para hacer techos y carrocerías.

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En el barrio Obrero de Cali se pueden encontrar pequeños negocios como este, que se abastecen de maderas del Pacífico y la Amazonía colombiana. La capital del Valle es uno de los destinos de la madera ilegal que se trafica desde bosques naturales en Colombia.

Jojoa también vende el “cedro Caquetá”, un árbol de tronco grueso y hasta 50 metros de altura, que crece en las selvas de la Amazonía colombiana y peruana, y que se usa para hacer puertas y marcos, y para construir casas y edificios.

Esta madera, de acuerdo con Jojoa, es una de las que mejor se pagan en el mercado de Cali. “Una pulgada ya arreglada se consigue a 3.800 pesos”, dijo. Pero para las autoridades ambientales, el cedro que llega de Amazonas, Caquetá y Putumayo es ilegal, ya que desde 2015 está prohibida su tala y venta debido a la sobre explotación.

En general, el precio de la madera depende de la especie y de la temporada. Entre enero y mayo, época de lluvias en la Amazonía, el precio juega a favor de los compradores porque llegan numerosos cargamentos a la ciudad. En cambio, en los meses de verano, entre junio y diciembre, aumenta el valor porque se tala menos.

576A9853.00_00_25_29.Imagen fija 013.jpg. Un operario selecciona una pieza de madera para transformarla. Al hacerse este proceso, los intermediarios pueden movilizar y vender la madera usando facturas en las que no se establece su origen.

Cali, una ciudad de más de dos millones de habitantes, se abastece de la madera de bosque natural que llega de otros departamentos. La autoridad ambiental solo ha autorizado que en la región se explote la guadua, por lo que otras especies son traídas de otras regiones. Del Amazonas las tres especies que más han llegado en los últimos cinco años son achapo, amarillo y sangretoro.  

Destinos fantasmas

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En el barrio Obrero de Cali, la tercera ciudad más grande del país, se comercializan maderas procedentes de la Amazonía colombiana. Entre las especies más apetecidas están el achapo, sangretoro, granadillo y amarillo.

La autoridad ambiental de Cali tiene registros de 500 empresas que se dedican a la transformación y comercialización de productos forestales y mueblerías, las cuales se reparten en 14 sectores de la ciudad.

Sin embargo, una de las debilidades de la trazabilidad de la madera es que los salvoconductos con los cuales se autoriza su transporte, no tienen la información exacta del lugar de destino. En estos documentos sólo se registra el lugar de origen y la ciudad a donde se transporta. Tampoco se sabe el nombre del comprador, algo que por ley no es obligatorio, pero sí genera un vacío dentro de la cadena comercial.

De los más de 1.700 salvoconductos expedidos entre 2012 a 2017 por Corpoamazonía con destino a Cali, los cuales ingresaron a 8.274,26 metros cúbicos de madera elaborada y en removilización hay un registro de 12.577,33 metros cúbicos, tan sólo 335 contenían direcciones de arribo. Es por esta ausencia de información que las autoridades ambientales no logran saber con exactitud la cantidad de madera que llega a las ciudades.

Se suma que hay casos en los que los transportadores dejan el producto en dos depósitos pero tan sólo llevan un salvoconducto. En otras palabras: un viaje, una carga, dos depósitos y un documento legal.

Amenazas en los controles

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Funcionarios del DAGMA en Cali, la autoridad ambiental, inspeccionan un depósito de madera en el barrio Obrero. Uno de los principales problemas que tienen entidades como esta es la amenaza contra sus funcionarios, como lo reconocen sus directivos, por lo que ha sido difícil controlar el tráfico ilegal.

La autoridad ambiental advierte que en Cali hay numerosos depósitos clandestinos que venden madera en bruto en sectores donde es difícil hacer controles por la presencia de bandas criminales, como el distrito de Aguablanca, al oriente de la ciudad. Son estas pequeñas mafias las que controlan el tráfico ilegal de especies finas como el cedro. “Estudian la forma de evadir los controles. Normalmente van en motos adelante del camión que transporta la madera para saber si hay retenes y avisan”, dijo un exfuncionario de la regional ambiental de Cali.

Se suman los choques entre conductores y propietarios de la madera. “Nos hemos dado cuenta de que hacen negocios de manera informal y cuando la madera es incautada salen a perder y ahí tienen problemas”, contó un funcionario encargado de los controles en Cali que prefirió no dar su nombre. En el 2017, se reportaron cuatro amenazas en procedimientos de incautaciones.

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Madera decomisada que se pudre a la intemperie en la ciudad de Cali, uno de los destinos más frecuentes de la madera que se extrae ilegalmente de la Amazonía colombiana..